viernes, 30 de mayo de 2008

¿COMO SE FORMAN LOS VALORES?

La mala calidad general de la vida y la creciente violencia en todos los niveles derivan, en gran parte, de una amplia crisis de valores que afecta a los fundamentos de la ética. Los mapas al uso ya no sirven y la brújula ya no encuentra su Norte.
Dos fuentes de la moral han orientado a las sociedades hasta hoy: las religiones y la razón. Las religiones siguen siendo los nichos de valor privilegiados para la mayoría de la humanidad. La razón, desde que irrumpió en todas las culturas mundiales en el siglo VI AC. en el llamado tiempo-eje (Jaspers) trató de establecer códigos éticos universalmente válidos. Estos dos paradigmas no quedan invalidados por la crisis, pero necesitan ser enriquecidos si queremos estar a la altura de las presiones provenientes de la realidad hoy globalizada.
La crisis crea la oportunidad de ir hasta las raíces de la ética y bajar hasta aquella instancia donde continuamente se gestan valores. La ética debe nacer de la base última de la existencia humana. Ésta no reside en la razón como Occidente siempre ha pretendido. La razón no es ni el primero ni el último momento de la existencia. Por eso no explica ni abarca todo. Ella se abre hacia abajo, de donde emerge algo más elemental y ancestral: la afectividad. Y se abre hacia arriba, hacia el espíritu que es el momento en el que la conciencia se siente parte de un todo y que culmina en la contemplación. Por eso, la experiencia de base no es \"pienso luego existo\", sino \"siento, luego existo\". En la raíz de todo no está la razón (Logos), sino la pasión (Pathos). David Goleman diría que en el fundamento de todo está la inteligencia emocional. Afecto, emoción, en una palabra, pasión es un sentir profundo. Es entrar en comunión, sin distancia, con todo lo que nos rodea. Por la pasión captamos el valor de las cosas, valor que es el carácter precioso de los seres, lo que los hace dignos de ser y los hace apetecibles. Sólo cuando nos apasionamos vivimos valores y es por valores por lo que nos movemos y somos.
Siguiendo a los griegos, llamamos a esa pasión eros, amor. El mito arcaico lo dice todo: \"Eros, el dios del amor, se levantó para crear la tierra. Antes, todo era silencio, desnudo e inmóvil. Ahora todo es vida, alegría, movimiento\". Ahora todo es precioso, todo tiene valor, por causa del amor y de la pasión.
Pero la pasión está habitada por un demonio. Dejada a sí misma, puede degenerar en formas de gozo destructor. Todos los valores valen, pero no todos valen para todas las circunstancias. La pasión es un caudal fantástico de energía que, como las aguas de un río, necesita márgenes, límites y la justa medida para no ser avasalladora. Y aquí es donde entra la función insustituible de la razón. Es propio de la razón ver claro y ordenar, disciplinar y definir la dirección de la pasión.
Ahí surge una dialéctica dramática entre pasión y razón. Si la razón reprime la pasión, triunfa la rigidez, la tiranía del orden y la ética utilitaria. Si la pasión prescinde de la razón, se impone el delirio de las pulsiones y la ética hedonista, del puro placer. Pero si prevalece la justa medida y la pasión se sirve de la razón para un auto-desarrollo medido, entonces surgen las dos fuerzas que sostienen una ética humanitaria: la ternura y el vigor. La ternura es el cuidado con el otro, el gesto amoroso que protege. El vigor es la contención sin la dominación, la dirección sin la intolerancia.
Aquí se funda una ética capaz de incluir a todos en la familia humana. Esa ética se estructura alrededor de los valores fundamentales ligados a la vida, a su cuidado, al trabajo, a las relaciones cooperativas y a la cultura de la no-violencia y de la paz.



EL VALOR DE SOLIDARIDAD

La solidaridad es una de los valores humanos por excelencia, del que se espera cuando un otro significativo requiere de nuestros buenos sentimientos para salir adelante. En estos términos, la solidaridad se define como la colaboración mutua en la personas, como aquel sentimiento que mantiene a las personas unidas en todo momento, sobretodo cuando se vivencian experiencias difíciles de las que no resulta fácil salir.
Debido al verdadero significado de la solidaridad no es de extrañarse que escuchemos este término con mayor frecuencia cuando nos encontramos en épocas de guerra o de grandes de sastres naturales. De este modo, gracias a la solidaridad es posible brindarle una mano a aquellos que resultan menos favorecidos con este tipo de situaciones.
Como vemos, la solidaridad es más que nada un acto social, una acción que le permite al ser humano mantener y mantenerse en su naturaleza de ser social. Debido a lo anterior es que resulta fundamental fomentar y desarrollar la solidaridad en todas sus aristas, ya que no sólo será necesario llevar a cabo las acciones de las que se requerirá en momentos de guerra o desastres naturales, sino que será fundamental de aplicar cuando alguno de nuestros seres queridos, ya sean amigos o familiares, tengan algún problema en el que nuestra ayuda o compañía sean un aporte para mejorar en cierto modo la situación.
No es de extrañarse entonces que la solidaridad se comporte como la base de muchos otros valores humanos o incluso, de nuestras relaciones sociales más valiosas, tal como es el caso de la amistad. En este sentido, la solidaridad nos permite sentirnos unidos a otras personas en una relación que involucra sentimientos necesarios para mantener el funcionamiento social normal. En términos más generales, puede incluso permitirle al hombre sentir que pertenece a determinado lugar, en otras palabras, permite desarrollar sentimientos como los de pertenencia a cierta nación, manteniendo a los ciudadanos de un mismo lugar luchar juntos por un mismo motivo o trabajar unidos para lograr una misma meta.
La solidaridad nace del ser humano y se dirige esencialmente al ser humano.
La verdadera solidaridad, aquella que está llamada a impulsar los verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los individuos y las naciones, está fundada principalmente en la igualdad universal que une a todos los hombres. Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a la realidad intrínseca de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.
La solidaridad trasciende a todas las fronteras: políticas, religiosas, territoriales, culturales, etc. Para instalarse en el hombre, en cualquier ser humano, y hacer sentir en nuestro interior la conciencia de una “familia” al resto de la humanidad.
La solidaridad implica afecto: la fidelidad del amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir propiamente un deber de justicia, pero si es un deber de solidaridad
Un análisis del concepto del valor de la solidaridad nos ofrece los siguientes componentes esenciales:
1º Compasión: porque la solidaridad es un sentimiento que determina u orienta el modo de ver y acercarse a la realidad humana y social, condiciona su perspectiva y horizonte. Supone ver las cosas y a los otros con los ojos del corazón, mirar de otra manera. Conlleva un sentimiento de fraternidad, de sentir la empatía por el dolor de los otros.
2º Reconocimiento: no toda compasión genera solidaridad, sólo aquella que reconoce al otro en su dignidad de persona. La solidaridad así tiene rostro, la presencia del otro demanda una
respuesta.
3º Universalidad: “La desnudez del rostro”, la indefensión y la indigencia es toda la humanidad y simboliza la condición de pobreza de esfera intimista y privada.



"LLEVADERA ES LA LABOR

CUANDO MUCHOS

COMPARTEN LA FATIGA"

Homero



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